lunes, 8 de abril de 2013

Cirugía árabe



La cirugía árabe fue la unión de lo viejo y lo nuevo, es decir, con esta civilización se unieron los conceptos de las grandes civilizaciones anteriores a ella y se consiguió con la expansión árabe un gran desarrollo de todo el campo de la medicina. Con sus conquistas transmitieron por todos sus territorios los conocimientos del mundo clásico, como las traducciones de Claudio Galeno, y la medicina del Renacimiento.
            Los árabes siguiendo las enseñanzas de Mahoma recorrieron todo el mundo recogiendo información sobre las culturas con las que convivió. Muchos médicos e historiadores árabes redactaron grandes manuales médicos y en todos ellos grandes capítulos dedicados a la cirugía. Los médicos musulmanes tenían el deber de especializarse en un campo de la medicina.
            En el siglo X se  empezó a utilizar el yeso. Se obtenía añadiendo agua a un polvo de sulfato de calcio deshidratado, produciéndose asi un material solido. La introducción del yeso a la medicina se atribuye a un médico persa Rhazés (850- 923d.C) ya que habla de este en su tratado médico “Hawi”
         ABULCASIS (936-1013 d.C)
            Abulcasis (936-1013 d.C) se considera el primer cirujano especializado del mundo islámico. Escribió varias obras pero la mas importante es Kitàb al-Tasrif (“La práctica, el método o disposición”) compuesto de XXX volúmenes y en el que en su último volumen podemos encontrar un extenso tratado sobre cirugía. En su obra cobra importancia su descripción de cómo utilizar diferentes vendajes y de cómo colocarlos dependiendo del tipo de herida. También tiene una profunda descripción de material quirúrgico.
            En su obra podemos encontrar una novedosa técnica para curar la rotura del pubis en la mujer, colocaba una vejiga de cordero en la vagina del paciente y la hinchaba hasta conseguir alinear los fragmentos adecuadamente. También cabe destacar su descripción del tratamiento de una hemorragia arterial:
            Coloca con presteza el dedo índice en el punto de la hemorragia y aprieta hasta que la sangre deje de brotar. Elige un cauterio caliente de tamaño apropiado y aplícalo al vaso sangrante. Ten cuidado de no quemar los nervios circundantes ya que eso provocaría mucho dolor al paciente. Y recuerda que sólo existen cuatro maneras de frenar una hemorragia arterial, sobre todo si se trata de un gran vaso: cauterizándola como te he enseñado; dividirla si no se ha perdido, porque los extremos divididos se cierran y cortan la hemorragia; mediante una ligadura fuerte; y aplicando remedios que corten la sangre combinados con un vendaje de presión.
Avicena (980-1073 d.C)
Avicena (980-1073 d.C) Escribió el “Canon de la Medicina”, tratado de cinco tomos en los que se tratan temas como la anatomía, fisiología, enfermedades de órganos y aparatos, etc. También como Abulcasis, escribió ayudándose de ilustraciones numerosos instrumentos quirúrgicos.


Los cirujanos árabes ya conocían el cáncer y lo definían como un tumor causado por la bilis negra y el espesor de la sangre, todo esto provocaba un pus que hizo que los árabes lo llamaran por tumor ya que en la parte en la que se encontraba el tumor se podía ver como ver como toda la parte en la que se encontraba se tornaba de color negro y verdoso. Los árabes en muchos escritos utilizaban la metáfora de que el cáncer se adhería a el enfermo como las pinzas del cangrejo

                                   Texto árabe donde se habla del cáncer


            Los árabes distinguían dos tipos de cáncer según su naturaleza: primario, engendrado por si mismo; y secundario formado a partir de otra enfermedad. Estos dos tipos de cáncer se podían dividir asi mismos en ulcerados o no ulcerados.
            Avicena en sus textos escribe que le llama mucho la antencion lo difícil y complicado que puede llegar a ser identificar a esta enfermedad en su primera fase ya que en muchos casos permanece oculto y no se observan síntomas hasta su segunda fase.
            Al desconocer gran parte de esta enfermedad los cirujanos intentaban sanarla rápidamente por métodos terapéuticos o farmacéuticos. Recomendaban al paciente seguir una buena dieta, realizaban purgas para limpiar al organismo. Al ver que los males del paciente no disminuían los árabes ya preveían que se podía tratar de cáncer, y cuando ya se podía ver el tumor con sus colores característicos podían decidir si operar. Pero la mayoría de los tumores no se operaban ya que o estaban demasiado extendidos, o se encontraban cerca de órganos donde un pequeño fallo podría desembocar en una hemorragia mortal. Siguiendo los consejos de Hipocrates, cuando un tumor estaba oculto era mejor no intervenir ya que la operación era muy complicada y la muerte paciente casi seguro y el no intervenir permitía que el paciente viviera durante un largo periodo.
            Sabemos que los árabes tenían un gran instrumentar quirúrgico con el que podían realizar las operaciones más rápidamente y con la mayor efectividad. Pero lo más sorprendente de ello es que esterilizaban el instrumental antes de cada operación, algo que nunca se había hecho antes, esto hizo que en la mayoría de operaciones en su recuperación hubiera pocos problemas infecciosos. La utilización de vendajes bañados en una mezcla de huevo fresco con aceite de rosas.
            Respecto a la limpieza después de la operación el enfermero era sometido a baños y a cambios de vendajes periódicos con lo que la herida permanecía en unas buenas condiciones en las que una infección, para las condiciones de la época, era mucho menos probable.
            El campo de la cirugía donde los árabes tenían mayor avance era en la cirugía ocular. Realizaban operaciones de cataratas que, con la información que tenemos, podemos creer que tenían un gran porcentaje de éxito. En sus obras hablan incluso de diferentes partes del ojo, algo que no encontramos en Europa hasta el siglo XVIII.

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